"El Inframundo huele a soledad"
Fue lo primero que paso por mi mente aquel día que decidí bajar. En el se respiraba el azufre seco, la soledad, la tranquilidad...había mil cosas que se percibían, pero se oían los gritos ahogados de desesperación de aquellos que no podían salir de hay. Era deprimente ver como grandes criaturas, con inmensas alas rojas intensas, estaban sentadas, sin hacer nada, y como al caminar se giraba al verte como si no fueras de allí, como si fueras diferente...pero en realidad eras lo mismo que ellos, un demonio.
Allí no se olía ningún rastro de aquellos sentimientos agonizantes que se percibían en las ciudades de donde las criaturas sin alas pertenecían...los humanos.
Conocía a cada uno de esos demonios, y con solo mirarles a las alas sabía cuantos años tenían, algunos milenios, otros incluso más de lo que se conoce. Era sorprenderte imagina eso.
Cada uno tenía un poder diferente, cada uno tenía una mirada diferente, y unos ojos intensos...pero aún así todas tenías rasgos que los hacia parecer iguales, la blanca piel, era la que más destacaba. Se podía percibir el brillo de malicia en sus ojos, y el odio por aquella existencia que algunas odiaban, pero en cambio el encanto que otros demostraban hacia aquel lugar apartado de todo.
El camino más corto hacia donde quería ir, era el central, el que pasaba por todas las habitaciones, y todos se giraban al ver a uno que se había acostumbrado a la vida humana por allí. Pero necesitaba averiguar si lo que un ángel me había sugerido...era cierto.
Me quede pensando, si era cierto que yo había decidido ir allí por alguien...
"Necesitaba averiguarlo."